En este apartado encontraremos una entrevista a Luis Berger quien a estudiado los procesos de la historia local en cuanto a la colonización alemana y específicamente los conflictos en torno a Prochelle y las usurpaciones de terreno en la costa de Valdivia
¿Qué dice la historia oficial de los incidentes entre los habitantes de la localidad de Los Molinos y Carlos Prochelle?
Antes de responder a esta pregunta es necesario primero precisar algunos conceptos. Como se sabe, la historia oficial es aquel relato histórico establecido por el Estado, consagrada desde el poder como memoria colectiva y enseñado en las escuelas del todo el país a partir de un sistema de educación centralizado. Su auge se encuentra vinculado a los diferentes procesos de formación y consolidación de los estados nacionales durante el siglo XIX y XX, enfocándose en la formación de una comunidad de ciudadanos construida sobre las bases de un pasado común entendido como historia nacional.
En este sentido, la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿cómo ha abordado la historia oficial-nacional la experiencia de los espacios locales? Al respecto, creo que la experiencia de los espacios locales han ocupado un lugar más bien marginal y secundario dentro del relato de la historia oficial-nacional. Específicamente, creo que la historia oficial chilena ha estado dominada por una narración nacional-centralista, es decir, una narración que supone de manera pre-crítica una relación de preeminencia de la ciudad capital por sobre los espacios locales a la hora de pensar nuestra realidad país, ignorando realidades más concretas de la vida fáctica alojada en los diferentes espacios locales. Desde esta perspectiva, la experiencia histórica de los espacios locales tendería a permanecer oculta bajo el peso de grandes discursos de carácter “nacional” preocupados de favorecer lo general antes que lo particular y lo abstracto antes que lo concreto.
De este modo, volviendo a la pregunta inicial, la historia oficial nada dice y nada dirá de la localidad costera de Los Molinos y sus habitantes, esencialmente porque va en contra de su propia forma de entender la historia y lo que para ella merece ser contado.
¿Qué valor ve en el rescatar la historias locales?
Para responder a esta pregunta creo es necesario primero comprender el papel de la historia local en el contexto actual. Hoy nos encontramos frente a en un escenario mundial marcado por fenómenos como la globalización, las nuevas tecnologías y el mercado internacional, los cuales han tenido efectos adversos en las sociedades, tal como el desarraigo, la desintegración y la homogeneización sociocultural. En este contexto, la historia local ha surgido como la principal herramienta en manos de las comunidades para hacer frente a estas problemáticas, permitiendo a las personas reencontrarse con su historia, ayudándolas a fortalecer su propia identidad. En este sentido, la historia local, menospreciada anteriormente por la academia, hoy vuelve a toma especial relevancia.
Ahora bien, en términos generales, la historia local se define como la corriente historiográfica que enfoca su mirada en la experiencia cotidiana de sujetos anónimos dentro de un espacio territorial concreto. En este sentido, me parece útil rescatar el concepto de microhistoria del historiador mexicano Luis González –y anterior al concepto más conocido de Carlo Ginzburg–, quien a través de su obra Pueblo en Vilo (1968) plantea que sería en los espacios reducidos donde aparecerían expresados con mayor claridad los grandes procesos históricos. Como nos explica este autor, la microhistoria es la narrativa que reconstruye la dimensión temporal de la “historia matria”, es decir, aquel relato de la patricia chica, enfocado en lo verdadero de la vida diaria del hombre común, de la familia y el terruño: “En términos generales, el ámbito microhistórico es el terruño: lo que vemos de una sola mirada o lo que no se extiende más allá de nuestro horizonte sensible. Es casi siempre la pequeña región nativa que nos da el ser en contraposición a la patria donadora de poder y honra. Es la tierra por la cual los hombres están dispuestos a hacer voluntariamente lo que no hacen sin compulsión por la patria: arriesgarse, sufrir y derramar sangre. Es la matria que las más de las veces posee fronteras naturales, pero nunca deja de tener fronteras sentimentales” (González, 1994: 56-57).
Específicamente, esta propuesta historiográfica nace de la inquietud personal e intelectual de González de encontrar un punto medio entre las generalizaciones de las leyes abstractas de la historia total, y las particularidades y minucias extremas de la historia local. Desde esta perspectiva, para la microhistoria lo importante es el espacio original: aquella región nativa donde habita el ser y predominan los lazos de familia. Sin embargo, este espacio nunca es concebido de manera aislada, sino que, por el contrario, siempre se encuentra abierto y expuesto a la influencia de la sociedad que lo rodea, siendo fiel expresión de ella (Arias, 2006). Es justamente este interés en comprender lo global a partir de lo particular, así como su expresión en la vida cotidiana de personas comunes y corrientes, lo que caracterizaría a la microhistoria de González, y que, a mi juicio, debería inspirar al ejercicio actual de la historiografía local.
¿Qué otras historias locales el cree que pueden ser rescatadas en la región de los ríos?
Entiendo tu pregunta, pero creo que más que un asunto de temáticas, que también es importante, por cierto, es un asunto de fuentes.
En general, la gente común y la vida cotidiana siempre han dejado escasas huellas documentales, de tal manera que la historia local se ha visto obligada a trabajar con diversas fuentes a menudo dispersas en diferentes archivos y colecciones privadas. Como se sabe, las fuentes históricas constituyen la materia prima del historiador permitiéndole reconstruir de manera fiel los hechos del pasado. En sentido, han sido las fuentes escritas el principal afluente de información utilizado por los historiadores para descubrir los hechos del pasado (entre las cuales podemos nombrar documentos oficiales, registros parroquiales, censos, crónicas, prensa, diarios, cartas, ensayos, literatura, etc.). Sin embargo, en aquellos espacios locales concretos, donde la vida diaria del hombre común transcurre de manera tranquila, difícil se vuelve encontrar registros escritos. Ante este inconveniente metodológico, ha sido el testimonio oral el que venido a suplir esta deficiencia documental, obligándonos a adentrándonos en el pasado a través de la voz de aquellas personas que guardan la memoria de su comunidad.
En esta línea, creo que debemos seguir trabajando con las memorias locales, que son la principal fuente con que disponemos para conocer el pasado de pequeñas localidades.
Bibliografía:
Arias, Patricia (2006), Luis González. Microhistoria e historia regional, Desacatos, núm. 21, mayo-agosto, Universidad de Guadalajara, Guadalajara, México, pp. 177-186.
González, Luis (1994) Hacia una teoría de la microhistoria. Relaciones 57, invierno 1994, vol. XV, pp. 9-22.